10 mar 2014

"Los 80 Y 90"

RETOMANDO Y REVISANDO EL DESIGNIO GENERACIONAL DEL ESCRITOR PUERTORRIQUEÑO: LOS 80 Y 90
Por: Dra. Zoé Jiménez Corretjer
Catedrática
Universidad de Puerto Rico en Humacao



   Nuevamente me he acercado al tema de las generaciones literarias en Puerto Rico. Un nuevo, sencillo pero útil proyecto bibliográfico que estoy preparando en el Internet, me vuelve a arrojar sobre los caminos pedregosos del concepto generacional y sobre las turbulencias de nuestro difícil pasado. Hablo sobre la generación 80 de escritores puertorriqueños. El tiempo, que no espera por los que no deciden poetizar la vida, sigue su paso marcando en nosotros la herida del tiempo. Cuántas veces me habrán preguntado sobre nuestros poetas? Cuántas veces habré hablado y descrito sobre ellos... (Santos Febres, Acevedo, Nieves Mieles, Cancel, etc.) Sin embargo, esclarecer la definición vuelve una y otra vez a causar un problema en el juicio teórico. Qué es una generación literaria y cómo se conforma? Qué patrones definen a una generación? Qué características unen o determinan a los escritores de una generación? Hemos optado por lo más fácil. La clasificación cronológica de las décadas. Que aunque puede contener debilidades, es la más apropiada para catalogar, lo que después, se hará evidente en la crítica profunda de los estudiosos. Una clasificación cronológica, al menos agrupa, recoge, define un grupo de escritores para que estén ahí. Pues hay que facilitarle al futuro, el proceso de investigación literaria. Si después nos cambian el nombre, ya eso será otro cantar.

   Siempre existen y existirán modalidades y diferencias. Autores que nacen en una misma década pero que no concurren en obra sino hasta más tarde. O autores que nacen antes de la década determinada y que revierten su obra a la par con la de los autores de otra década. No quiero pasar lista sobre todo lo que ya se ha conversado acerca de este dilema. Sino abordar la observación un poco más crítica desde el punto de vista nacional y filosófico, antropológico y psicológico de lo que nos ha pasado y de lo que no quisiera que nos pudiera pasar.

   Sacando las excepciones a la regla de aquellos autores que han logrado un éxito sobresaliente fuera de nuestros límites geográficos y editoriales, sacando los nombres de los autores que nos representan con calidad y renombre, la mayoría de los escritores de nuestra generación siguen estando clausurados, opacados, bajo el manto de una marasma tropical, atrapados por un aura de trauma existencial que se desvive por nacer, pero que se hace presente en el aborto perenne de la palabra que nace porque se escupe.

  Muchos motes hemos concentrado: generación ochenta, generación de los filistas, generación soterrada, última generación... etc. Sin embargo, la clasificación de la década sigue siendo el pie forzado. Lo que también me asombra, sin dejar de preocuparme, pero en quienes pongo una fuerte esperanza, es en los escritores del 90. Aunque nacen como hijos de la generación 80, gestados en "el sótano del 00731", han sabido subir las escaleras de la universidad para alejarse del edificio y manifestarse sin fronteras psicológicas. Abiertos a la palabra, ejecutan con características diferentes a la de la generación 80 su obra literaria.

  Una expresión audaz, directa, clara, con matices obvios de denuncia social, con caracteres de una lírica postmoderna, con ritmos transformados que nacen del escándalo musical de esas expresiones del perreo, han tomado forma en el ars poética como una nueva estructura literaria. Estructura nueva que se vuelve materia sociológica dentro de la poiesis literaria...
En los escritores de la Generación 90, la música es el ritmo. El ritmo se vuelve el marco para la palabra. La palabra no es ya tanto, la queja de los 80, sino la denuncia directa, el grito, la amenaza, la invitación. La palabra, ya no es tanto el sueño, la idealización poética de una poesía pura, sino, el reto, el enfrentamiento a los órdenes sociales, a la política, a la nación que sucumbe en sus propias simientes, rito de la nación que se pudre viva y que ellos denuncian. (La Torre Lagares, Chico, Rebollo, etc.)

  Una observación apunto. La obsesión que tenemos los puertorriqueños por enterrarnos vivos. Por qué soterrados? Por qué en el sótano? Qué es lo que le sucede al puertorriqueño? Veo esta obsesión como una muerte en vida. Como un rendimiento antes de la batalla. Como una victimización o suicidio antes de nacer que no nos permite devolvernos más allá. Habrá algo del insularismo en este perfil? O es que nuestra generación ha sido víctima histórica de unos procesos ilógicos, de unos sucesos históricos patéticos en nuestra nación puertorriqueña? Creo que sí.

   Hace unas semanas atrás me sorprendí yo misma diciendo que yo pertenecía a la generación de la desilusión. Porque me ha tocado vivir en un país atrasado y cuarto mundista, porque me ha tocado ser víctima de la política y la corrupción histórica de un país que no logra tomar las riendas nacionales de su destino. Porque cuento los días, meses, años, décadas, soñando con las cosas más inverosímiles. Soñando para que asfalten la carretera que recorro todos los días, soñando que terminen la salida de Plaza que desde que llegué de Philadelphia hace 10 años, sigue sin terminar, soñando con que tengamos las necesidades básicas. Soñando con el honor, la valentía, la moral, la ética, los valores de un mundo civilizado.... Soñando con una Patria que tenga nombre y apellidos, pasaporte, ejército soberano, verdadera estrategia, proyección futura y dignidad. Soñando con una Unión Latinoamericana, con una nueva moneda sin fronteras en América. Mi palabra se hace parte de ese sueño. Pero sigue siendo una nación romántica que no toma concreción. Nación y palabra que son puras dentro de una perspectiva filosófica, pero no política.

   Los escritores del 90, no pronuncian las sílabas de los escritores de los 80. El nuevo cantar toma en armas la palabra de una manera diferente, invitando a la revolución intelectual. Pero en dónde vamos a hallar la suficiente valentía para enfrentarnos de manera verdaderamente subversiva ante el caos? Esa responsabilidad no es sólo de los escritores.

   Todas las generaciones son producto de su época. Somos reflejo del tiempo histórico, de aquello que nos marca, que nos define. Esa responsabilidad, no es exactamente del poeta, sino, del militar, del rebelde, del dictador o luchador que impone la fuerza para lograr el cambio. Y ese momento no nos tocó a nosotros verlo. Somos de la generación de la desilusión, de la generación del estancamiento, somos hijos de la tristeza.

   Simplemente los escritores, testificamos, acuñamos, recordamos, alabamos, bendecimos y recapitulamos el pasado. Honramos al héroe que lo merece y en nosotros está el designio de inmortalizar al que será. La palabra del poeta inmortaliza y erige las estatuas y las futuras ruinas de lo que será nuestra próxima arqueología literaria. Hay que pensar en el futuro. Mientras tanto, escribir, y seguir definiéndonos.

   Mi generación, sigue pensando en ello. Creo que mi nación entera, sigue pensando en ello. Creo que mi nación, sigue intentando definirse o interrogándose si es o no es. Mientras tanto, el tiempo sigue, la carretera sigue abierta como una vena herida. Me canso de hacer querellas a acueductos, me canso de ver el mismo grafiti que está en la misma pared despellejada del edificio de la universidad desde hace ya varias décadas. Me canso de no tener teatros, de no tener más museos, de preguntar en grande y que me respondan en chiquito. Me canso de pedir Patria y me amenazan la boca y me amordazan el alma. Me cansa el folklorismo que no nos lleva a la Patria soberana, que no nos da el carácter de nación o internación universal que se proclama. Pido universalismo y me dan populachismo. Quiero diálogos inteligentes en mi país, y sólo veo bochinches indignos y bajos. Quiero vida y veo muerte.... Me canso de no tener nombre. Y de arrastrar un pasado que ya sé que no podré concluir. Que soy víctima del paréntesis histórico que queda pillado entre las generaciones. Que me tocó vivir en medio de un siglo sin esperanzas, aislada en una isla, en medio del Caribe, alejada del mundo que sí sabe soñar con las manos. Castigada por la geografía, presa en medio de dos siglos que no se cuajan todavía en herencia nacional significativa.

   Y lo que nos queda es seguir llorando o cantando con la poesía, manifestarnos con el grito de la palabra, como un acto de supervivencia que busca el aliento de la vida. Una literatura que nace de las entrañas, del deseo fisiológico y orgánico de la existencia. Una literatura que nos salva porque nos desvela y nos libera la mente como libera el intestino su descarga. Escribimos, porque es una necesidad vital.

   Vivimos con la poesía y las palabras de nuestra generación 80 y 90, soterrada, enterrada viva, emergiendo del hades, del sótano de la conciencia... O mi generación cansada, generación de la desilusión, generación de la espera, generación sin patria, o generación de la esperanza... No importa el nombre que tengamos, hemos sido. Aquí estamos entre el paréntesis del tiempo que nos tocó vivir, escribiendo y haciendo Patria. 


Referencia
reportaje por Jealiana Castro

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